Nuestra Señora previene, aconseja, se inquieta, llora (…), mientras en Francia el número de practicantes no deja de bajar en las iglesias, entre el 4 y 5 %; son cifras que hacen palidecer a nuestros constructores de catedrales. En sus mensajes a Akita, reconocidos por el Vaticano en junio de 1988, Nuestra Señora parece relacionar todas las catástrofes futuras con la indiferencia, incluso con el desprecio del género humano frente a los sufrimientos de su Hijo, muerto hace 2000 años tras soportar una agonía espantosa (…).
Ante esto, Nuestra Señora nos pide formar un gran rebaño y unirnos para orar. El Rosario sigue siendo la mejor de las protecciones. En 1936, en Fátima, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, el cardenal Manuel Gonçalves Cerejeira, Patriarca de Lisboa (Portugal), escribió: “Pueden reírse esas personas orgullosas que solo creen en la capacidad de la razón y en el poder de la fuerza; pero el Rosario puede hacer más por el establecimiento del reino de la justicia, el amor y la paz, que todos los ejércitos de todas las naciones, los recursos de la ciencia y los esfuerzos de los políticos. Esta arma espiritual opera con el poder de Dios, ningún cristiano puede dudarlo. Los hombres están agitados, pero es Dios quien dirige el curso de la Historia”.
Pierre Barnerias, periodista