En 1948, en «Puente de Madera», un suburbio de Tokio, Japón, en un antiguo cuartel militar, vivían mil ancianos y muchas personas sin hogar.
Una noche, alrededor de las dos de la madrugada, suena el teléfono: una anciana a punto de morir pide un sacerdote. Cuando era niña, ella asistió a una escuela católica. Allí, una religiosa la educó durante tres años y a la edad de diecisiete años, se hizo cristiana. «Recibí el Bautismo y la Eucaristía», me dijo. Pero luego se casó de acuerdo con la elección de su familia y su esposo era un monje budista que poseía un templo muy lejos en las montañas. Entonces se trasladó a vivir allí, para cuidar el templo.
Su esposo le habría permitido ir a la iglesia, pero no había ninguna. Ella dio a luz ocho hijos y 70 años después su esposo murió, todos sus hijos también murieron, incluidos cinco de ellos que perecieron durante la guerra. Posteriormente llegó otro sacerdote budista, por lo que tuvo que abandonar el templo.
Le pregunté si, durante todos esos años, había pensado en Dios. Ella me miró con asombro y sacó su mano derecha de debajo de la manta. Tenía en ella un rosario y me dio esta respuesta: «Durante estos años, todos los días y varias veces al día, sin perderme ninguno, recé mientras hacía mi trabajo; siempre tenía el rosario en mis manos o en el bolsillo y le pedía a María todos los días que antes de morir, volviera a encontrar un sacerdote católico que me diera la Comunión».
P. Géréon Goldmann en « Le chiffonnier de Tokyo »
Incluido en el Florilegio Mariano,1986, del Padre Alberto Pfleger, marista