El patriarca encontró al hombre donde la Virgen María le había indicado (1). Habiéndole explicado lo que María le había dicho, él insistió: “¡Es una orden de la Madre de la Luz!”. San Samaan respondió con humildad: “si la Madre de la Luz ha decidido confiarme esta misión, me pongo completamente a su servicio para explicar a Amba Abram cómo podría ocurrir el milagro:”
“Subirás a la colina, tú, tus obispos, sacerdotes y diáconos llevando en alto Biblias, cruces, antorchas e incensarios. Le pedirás al Califa que suba la colina con su procesión y que se coloque frente a ustedes en la cima. Yo estaré entre las personas detrás de ti, donde no seré reconocida. Celebra la misa y, después de la comunión eucarística, repite con todas las personas, con espíritu de humildad y corazón contrito, cien veces al este, cien veces al oeste, cien veces al norte y cien veces al sur: Kyrie, Eleison (Señor, ten piedad). Luego, en silencio, arrodillado, adora a Dios, con las manos extendidas hacia el Altísimo, enseguida haz la señal de la cruz en la colina tres veces y verás la gloria de Dios".
Las cosas se hicieron como Samaan había pedido y, tras la primera señal de la cruz hecha por el Patriarca en la colina, hubo un gran terremoto, la colina se levantó y cayó. Y así, después de cada signo de la cruz.
El Califa y su séquito se sintieron atemorizados y este exclamó: “¡Dios es grande; que su nombre sea bendito”. Le rogó a Amba Abram que dejara de hacer lo que estaba haciendo, no fuera a ser que la colina aplastara la ciudad y, cuando todo se detuvo, le concedió el derecho de permanecer en Egipto y el permiso para reconstruir muchas iglesias, incluida la de san Markorios Abu Sifein del Viejo Cairo.
(1) Cf. «Un minuto con María» de ayer, 18 de noviembre de 2018
Tomado de La biografía de San Samaan, publicada por La iglesia San Samaan, Mokattam, El Cairo, (en francés).
Extrait d'un article de Mohamed Salmawy paru dans AL-AHRAM Hebdo, Semaine du 8 au 14 mars 2000