Jesús dijo: "Bienaventurados los labios y las tierras donde se reza el Avemaría.
Ave: te saludo. Del menor al mayor, del hijo al padre, del inferior al superior, todos están obligados, por ley de cortesía humana, a pronunciar a menudo este saludo respetuoso o amoroso, según las circunstancias. Mis hermanos y hermanas no pueden negar este acto de amor reverencial a la Madre perfecta que tenemos en el Cielo.
Ave María: Te saludo, María. Es un saludo que purifica los labios y el corazón porque no podemos decir estas palabras, de manera reflexiva y sincera, ¡sin sentirnos mejor! Es como si uno se acercara a una fuente de luz angelical y a un oasis de lirios en flor. “Te saludo”, la palabra del ángel que puedes decir para saludar con amor a las Tres Personas, la invocación que salva, siempre la tienes en tus labios; pero no como un movimiento mecánico que excluye al alma, sino como un movimiento del espíritu que se inclina ante la realeza de María y se eleva a su corazón maternal.
Si supieras decir estas palabras con verdadera piedad, incluso solo esas pequeñas palabras, serías mejor, más puro, más caritativo. Porque los ojos de tu mente se fijarían entonces en María y su santidad entraría en tu corazón a través de esta contemplación. Si supieras decirlas, nunca te sentirías afligido. Porque ella es fuente de gracias y de misericordia. Las puertas de la misericordia divina se abren no solo bajo el empuje de la mano de mi Madre, sino ante su simple mirada.
(Palabras de Jesús en Les cahiers de Maria Valtorta, [«El Evangelio como me ha sido revelado»], 1943, 3-7 de septiembre y 8 noviembre)
Tomado de Les 20 mystères du Rosaire dans les écrits de Maria Valtorta - Centro Editoriale Valtortiano, p. 17.