San Felipe Neri tenía una gran devoción por María y los obispos a menudo le consultaban para reconocer la autenticidad de los místicos. Su práctica de humildad y obediencia, a la imagen de la Virgen, le permitió probar infaliblemente a los falsos místicos, porque el demonio es orgulloso e independiente.
Un día en 1560, los Cardenales estaban divididos acerca de una monja que tenía visiones. Y, como su consejo fue solicitado, vio llegar a esta joven hermana. Él la miró con cariño y dijo:
"¡Pero tú no eres a la que quiero ver, quiero ver a la santa!” "¡Yo soy la santa, mi Padre!” -¡Ah! ¿Tú eres la santa? Gracias. Dio la vuelta y dijo a los cardenales. Esta no viene de Dios.
En l’Etoile Notre Dame, n° 148, octobre 2006