25 mayo – Francia, Aix-en-Provence: Nuestra Señora del Mar

Cuando la Iglesia vive a la manera de María

La Iglesia mariana sigue a María en la montaña y la acompaña en la vida. Ella visita a hombres y mujeres y, más allá de la esterilidad aparente, está en la búsqueda de lo que nace, de lo que es posible en la vida que late en ellos. (...) La Iglesia mariana sabe que ella es objeto de amor gratuito y que Dios tiene entrañas de madre. Ella vio a Dios a pocos pasos de la puerta, acechando el improbable retorno del hijo; ella lo vio echarle en sus brazos, ponerle el anillo de la festividad al dedo y organizar la fiesta él mismo, la fiesta del reencuentro…

Cuando ella hojea el álbum de la familia, ve a Zaqueo en su sicómoro, a Mateo y los publicanos, a la mujer adúltera, al samaritano, a extranjeros, a leprosos, a mendigos, a un preso común en el poste de ejecución. Entonces, usted comprende por qué, la Iglesia mariana, no se desespera con nadie. No apaga la mecha que aún humea. Cuando encuentra a alguien al costado de la carretera, herido por la vida, es compasiva. Y con infinita dulzura, sana sus heridas. Ella es el puerto seguro y siempre abierto, el refugio de los pecadores, "Mater Misericordiae" la Madre de la Misericordia.

La Iglesia mariana deja entrar el viento de Pentecostés, el viento que empuja hacia el exterior y desata las lenguas. En la plaza pública, ella habla, no afirma una doctrina, no aumenta sus filas, dice que la promesa se cumple, que la pelea se gana, que el dragón es destruido para siempre.

(...) Y allí, en la cruz, hemos visto la "Misericordia", el corazón abierto de nuestro Dios. Allí, al pie de la cruz, nace un pueblo, un pueblo mariano. Hermanos y hermanas, seamos de este pueblo. Llevemos a María a casa.

Hermano François Marc, sm

Pasaje de una meditación poética publicada el martes 24 de enero de 2006.

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