En Tirol, Austria, el 17 de enero de 1797, entre las 18:00 y las 16:00, Rosina Bucher, de 18 años, que vivía en la pequeña ciudad de Absam, vio un retrato de la Virgen María en una ventana en la planta baja de la casa de sus padres.
Sujeto a un examen minucioso de las autoridades científicas, se declaró que la imagen no tenía rastros de influencia externa ni ninguna diferencia en la naturaleza de la superficie lisa del vidrio. Es posible eliminar el patrón de lavado, pero éste reaparece muy rápidamente, el vidrio comienza a empañarse. Las sustancias químicas tampoco podrían borrar el retrato permanentemente.
La población transfirió el icono a la iglesia parroquial San Miguel de la aldea, que se convirtió en la iglesia de peregrinación mariana más importante del Tirol y fue elevada al rango de Basílica en el año 2000 por el Papa Juan Pablo II.