La tarde del 15 de marzo de 2012, mi esposo se quejó de un dolor de espalda, banal, que no debería haberme alertado. Sin embargo, algo me dijo que era grave y que debíamos ir muy rápido al hospital.
Una vez en la sala de emergencias, el médico pensó lógicamente en un cólico renal y propuso sedantes con radio al día siguiente. Pero la misma voz interior me dijo que teníamos escanear inmediatamente. Eso es lo que hicimos, en contra de cualquier lógica médica. Recién ingresé al escáner, vimos que la arteria ilíaca de mi esposo se rompió y 2 litros de sangre estaban en el estómago.
La arteria ilíaca es muy grande; la muerte ocurre segundos después de su ruptura; nadie ha sobrevivido. Para todos los médicos y cirujanos que vimos, Sacha, mi esposo, gozó de un milagro. Ellos mismos han usado este término. Durante las 8 horas de la sala de operaciones, pasé la noche orando. Después de su recuperación, mi esposo mantiene una actividad normal.
La gente a menudo piensa que es porque soy médico que salvé a mi esposo. Yo, sé muy bien que no es verdad: yo no había hecho el diagnóstico. Estoy profundamente convencida de que nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen de la Luz (1) han realizado este milagro. ¡No tendré suficiente con el resto de mi vida para agradecerles!
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1. Santuario de N.S. de la Luz, Goult, Vaucluse
Testimonio de la doctora Véronique Brunengo-Sorokolet