El jesuita español San Francisco de Borja (1510-1572), un día cuestionando a sus novicios, se dio cuenta de que entre ellos, algunos carecían de devoción a la Santísima Virgen. Advierte, entonces, al maestro de los novatos, rogándole que los vigile y que permanezca atento a su evolución.
Pronto ocurrió lo que el santo jesuita temía: todos aquellos novicios perdieron la gracia de la vocación
"Hijos míos", dijo al mismo tiempo San Felipe Neri a cuantos confesó, "si quieren obtener el don de la perseverancia, amen a María, sirvan a María". Porque caemos y nos perdemos sólo cuando olvidamos pedirle ayuda.
Según : le chapelet des enfants