En el capítulo 32 de su autobiografía, Santa Teresa de Ávila relata la "visión del infierno", tal como lo dejó claro en 1559: "Esta es una de las más nobles gracias que el Señor me ha dado. Ella produjo en mí el mayor beneficio. Me quitó el miedo a las tribulaciones y contradicciones de la vida, me dio fuerzas para soportarlas."
Esta visión da pleno significado al mundo que vendrá, en este mismo capítulo 32, como la antítesis exacta del infierno, el 24 de agosto de 1562: el primer Carmelo de la reforma: San José de Ávila. ¡Una pequeña santa familia en la tierra! Este pequeño convento según el corazón de Dios que Jesús le describe un buen día, después de la comunión:
"Él quería que estuviera dedicado a San José. Este santo nos protegería en una de sus puertas, Nuestra Señora en otra y Jesús mismo, estaría en el medio. Este monasterio sería una estrella que alcanzaría gran expansión."
Todo está dicho: este mundo de Dios es el mundo de José. Tiene dos puertas: la primera, como la puerta de entrada, la puerta de la calle, se le confía a José. Ella permite salir de un mundo complicado, hostil y peligroso. La otra es la puerta misteriosa por la cual Jesús entra al mundo, es la puerta de María, que se abre al Cielo.
Padre Andrés Doze
« Joseph Ombre du Père » – Éditions des Béatitudes, p. 40. (Original en francés)