María estaba joven, era apenas una adolescente, cuando el ángel le habló, alterando sus pequeños proyectos para hacerla partícipe del gran proyecto de Dios en Jesucristo.
Ella permaneció joven incluso después, cuando, a pesar del paso de los años, se convirtió en discípula de su Hijo con el entusiasmo de los jóvenes; a quien siguió hasta la Cruz con el coraje que sólo los jóvenes poseen.
Ella permanece joven para siempre, incluso cuando la contemplamos en su Asunción al Cielo, porque la santidad es eternamente joven, es el verdadero "elixir de la juventud" que tanto necesitamos. Es la juventud renovada que la resurrección del Señor nos ha traído.
Papa Francisco, durante la velada internacional de la juventud mariana, 12 mayo 2018