La Santísima Virgen María, Madre de Dios, respondió así: "Escucha, Satanás: Cuando saliste de las manos del Creador, tenías la inteligencia de la justicia que está en Dios desde la eternidad y sus comienzos. También has tenido la libertad de actuar a tu antojo, y aunque has preferido odiar a Dios en lugar de darle tu corazón, tú sabes, sin embargo, sabes lo que la justicia exige.
Pero te digo que más que a ti me pertenece a mí presentar esta alma ante Dios, su Juez. Ya que durante su estancia en la tierra, ella me mostró un gran afecto; a ella le gustaba recordar que Dios se dignó elegirme como su Madre y que Él quería exaltarme por sobre todas las criaturas. La idea de los privilegios con que Dios se complació en honrarme le inspiró un amor que a menudo se decía a sí misma: estoy tan feliz de ver a la Santísima Virgen María más amada de Dios que todas las criaturas, y por nada en el mundo daría la alegría que siento por ello (...).
Tú ves, Satanás, en qué disposiciones ha muerto este hombre. ¿Qué te parece? ¿No es justo que tome esta alma bajo mi protección ante el tribunal de Dios, y no dejarlo caer en tus manos para compartir tus torturas?»
De La Vida de Santa Brígida, tomo II ch XXXI