En Chile, cuando era niño, Khristian Briones admiraba a los criminales que saqueaban los camiones de alimentos para distribuirlos entre los hambrientos. Educado en la pobreza, no escapó a un espiral infernal que le condujo al alcohol, la delincuencia para terminar en la prisión de menores: “Me convertí en adicto a la droga y era cada día más violento”, confió; Pero paradójicamente sigue siendo “católico a su manera”.
En las cárceles chilenas, la violencia es inaudita y rápidamente recibe 20 puñaladas y quemaduras de tercer grado en una tercera parte de su cuerpo. Su vida va a cambiar gracias al rosario.
Con el programa de reinserción del “Taller del Rosario” formado para los delincuentes, se pone a fabricar rosarios. En ese momento Khristian Briones recibe el primer llamado: “El rosario es una luz en la oscuridad de la prisión”, asegura hoy.
Libre, refuerza un poco más su fe. Con ocho antiguos detenidos, vende rosarios en los autobuses y comienza a estudiar el trabajo social. Él es ahora instructor del “Taller del Rosario.”