José y María, mirando al niño dormido, entienden que el orden de las cosas se ha invertido. El orden de las cosas es que los padres deseen al niño, decidan su venida. Pero él eligió a su padre y a su madre.
Desde la eternidad, el Padre del cielo pensó en este niño. El mundo fue creado para él. Por él los profetas hablaron. Por él sus padres se sintieron atraídos a la virginidad y al matrimonio. Una gran luz baña a ambos y su acción de gracias es ilimitada.
Ser elegido por Dios, ¿existe un sentimiento, una certeza que pueda traer más felicidad y hacer que la oración sea más adorable? Habiendo sido elegidos por su Hijo, ¿existe una alegría más sorprendente para los padres? Mientras que, en otros casos, el niño debe estar agradecido con sus padres por la vida que ha recibido de ellos, aquí son María y José quienes dan gracias al niño y a Dios su Padre. (...)
Es más, este niño, que viene de otra parte, a ellos les fue confiado... Jesús espera de sus padres la ciencia humana, la protección de su infancia y de su juventud, la educación que lo convertirá en el hombre de un tiempo, de un ambiente, de un pueblo, de una religión. En favor de José y de María, Dios se despoja, por así decirlo, de todos sus derechos sobre el niño. Confía en ellos. Él que los creó, inspiró, dirigió y santificó para este momento y para esta misión, les delega su paternidad.
Padre Caffarel, fundador de los equipos Notre-Dame
Dans Des équipes Notre-Dame à la Maison de prière, Parole et silence (pages 62 et 63)