En El Evangelio tal y como me fue revelado de María Valtorta, la Virgen María, que regresa muchos años después a la gruta de Belén con Jesús y sus apóstoles, recuerda la llegada de la Sagrada Familia, en el momento de la noche que precedió al nacimiento de su Hijo:
“José encendió una luz cuando entré. Fue entonces cuando bajé del burro y me di cuenta de cuán cansada y fría estaba... Un buey se nos quedó mirando. Me acerqué a él para calentarme un poco y para reposar en el heno.
En el lugar donde yo estaba, José extendió el heno para hacerme una cama y lo secó tanto para mi, como para ti, Hijo mío, con la lumbre encendida en este rincón, porque, por amor, el ángel que era mi esposo, era tan bueno como un padre. Y tomándonos de la mano, como dos hermanos perdidos en la oscuridad de la noche, comimos pan y queso. Luego José fue a atizar el fuego y se quitó la capa para cubrir la entrada.
De hecho, hizo caer un velo para cubrir la gloria de Dios que bajó de los cielos, es decir, tú, mi Jesús... y me quedé sentada sobre el heno, al calor de los dos animales, envuelta en mi abrigo y en la manta de lana.
En esa hora de ansiedad, cuando estaba sola ante el misterio de mi primera maternidad —siempre llena de incertidumbre para una mujer y, en mi caso, mi única maternidad—, una hora también llena del misterio de la visión del Hijo de Dios emergiendo de una carne mortal, él, José, fue para mí una madre, un ángel, mi consuelo; lo fue en ese momento y siempre.
"Tomado de Los 20 misterios del Rosario en los escritos de María Valtorta - Centro Editoriale Valtortiano, p. 53 et 54, et de L’Evangile tel qu’il m’a été révélé, 207,2/8 ; 29.7/12