Dentro de nuestra realidad política, la historia del choque entre los pueblos todavía es dolorosamente algo reciente. La Madre de Dios se muestra abierta al perdón, deja a un lado el resentimiento y la desconfianza; renuncia a la recriminación sobre lo que "podría haber sido" si los amigos de su Hijo, si los sacerdotes de su pueblo o los gobernantes se comportaran de otra manera; no se deja vencer por la frustración ni la impotencia.
María cree en Jesús y acoge al discípulo, porque las relaciones que nos sanan y nos liberan son las que nos abren al encuentro y a la fraternidad con los demás; ellas nos llevan a descubrir a Dios mismo en el otro.
Monseñor Sloskāns (1), que descansa aquí, en una ocasión, tras haber sido arrestado y expulsado, escribió a sus padres: "Les pido desde el fondo de mi corazón: no permitan que la venganza o la ira se abran paso en su vida. Si lo permitiéramos, no seríamos verdaderos cristianos, sino fanáticos”.
(1) Monsenor Boļeslavs Sloskāns (1893-1981) fue declarado venerable. Fue deportado a Siberia y perseguido por el régimen soviético
Papa Francisco: homilía del 24 de septiembre 2018 durante su viaje a Letonia.