En este pasaje (348.9/12) de El Evangelio como me fue revelado de María Valtorta, Jesús habla a los apóstoles y a algunos discípulos, hombres y mujeres reunidos en el jardín de la casa de Nazaret:
“He querido que estuvierais aquí para daros a conocer a María. Muchos de vosotros conocéis a la "madre" María, algunos a la "esposa" María. Pero ninguno conoce a la "virgen" María… Pero ahora quiero descubriros el alma de mi Madre, su verdadera y eterna belleza.
Ven aquí, Madre mía. No te ruborices. No te vuelvas atrás atemorizada, paloma suave de Dios. (…) Vamos a sentarnos aquí, bajo esta sombra ligera de árboles en flor, junto a la casa, junto a tu habitación santa. (…) Poco antes os he hablado de: "la eterna belleza del alma de mi Madre". “Yo soy la Palabra y por ello sé hacer uso de la palabra sin error. He dicho: “eterna”, no “inmortal”. Y no lo he dicho sin una finalidad.
Inmortal es quien, habiendo nacido, ya no muere. Así, el alma de los justos es inmortal en el Cielo, el alma de los pecadores es inmortal en el Infierno; porque el alma, una vez creada, ya no muere sino a la gracia. Pero el alma tiene vida, existe desde el momento en que Dios la piensa. La crea el Pensamiento de Dios. El alma de mi Madre desde siempre fue pensada por Dios. Por tanto es eterna en su belleza, en la cual Dios ha vertido todas las perfecciones para recibir de ella delicia y consuelo.”