Un ermitaño que vivió a fines del siglo diecisiete en el norte de Francia se vio muchas veces abrumado por las tentaciones. El demonio le dijo: Los tormentos que te estoy causando no son nada en comparación con lo que me haces sufrir. Júrame el secreto y te diré lo que no debes hacer para que te deje en paz.”
El ermitaño estuvo de acuerdo, Satanás le dijo entonces: ¡Quiero que no mires más la imagen que tienes en tu celda! Era la imagen de la Virgen María ante quien el Solitario rezaba... ¡Desde entonces, el ermitaño continuó con gran fervor, rezando a María al pie de su imagen.
El demonio, desalentado, lo abandonó.
Según : Le chapelet des enfants