En la primavera del 2017, el Papa Francisco envió a Medjugorje (Bosnia-Herzegovina) a Monseñor Henryk Hoser, como enviado especial de la Santa Sede. El enviado del Papa dio su primera conferencia de prensa el 5 de abril.
En una semana, pudo constatar los poderes “excepcionales” de Medjugorje, pequeña localidad a 25 kilómetros al sur oeste de Bosnia-Herzegovina, que atrae cada año a este “santuario” a más de dos millones de peregrinos provenientes de 80 países.
En muchos países, explica: “la confesión individual no existe, no hay adoración del Santísimo Sacramento, ni Vía Crucis, y no se reza el rosario” y las personas “tienen sed de lo sagrado, sed de oraciones”, por lo que para “saciar” esa sed, van adonde “reciben lo que ya no tienen en casa”.
En Medjugorje, hay abundancia de celebraciones eucarísticas, lectura de la Palabra de Dios, adoraciones del Santísimo Sacramento y confesiones a granel; los peregrinos regresan a casa con un corazón nuevo, en paz, convertidos. “El milagro más grande de Medjugorje, son los confesionales” reconoció Monseñor Hoser delante de los periodista en la misa del quinto domingo de Cuaresma.