Sor Cecilia, religiosa romana y contemporánea de Domingo, relató una visión de Santo Domingo que atestigua la protección especial de la Virgen María sobre la Orden de los Predicadores.
Una noche, después de largas oraciones en la iglesia desierta, Santo Domingo caminó hasta el fondo del dormitorio de los Hermanos para continuar su oración. En ese momento tres señoras se acercaron. La más hermosa y digna llevaba un jarrón valioso. Una de sus compañeras le entregó un rociador, con el cual él bendijo a cada uno de los Hermanos que dormían, marcando sobre ellos la señal de la cruz. Domingo le pregunta, entonces, a la señora su nombre: "Yo soy la que invocas todas las noches, y cuando dices:" Oh, tú nuestra Abogada "(palabras de la Salve Regina), me prosterno ante mi Hijo para que preserve tu orden -contestó la Virgen.
La Virgen María está sentada a la diestra de Dios. Religiosos de todas las órdenes contemplan al Señor y a su Madre, pero no están los Predicadores. Domingo llora amargamente. María y su Hijo le preguntan las razones de su tristeza. -¿Miras tu orden? Jesús le pregunta. -Sí, señor -respondió Domingo temblando-. Entonces, el Señor poniendo su mano sobre el hombro de la Virgen, se dirige a Domingo: le he confiado tu orden a mi Madre.
La Virgen abre su capa y, protegido entre sus pliegues, Domingo ve una multitud de sus Hermanos. La Madre del Verbo es también la Madre de los Predicadores.
Fuente: Notre Histoire avec Marie