Arvo Pärt, un compositor estonio, ortodoxo, de 82 años fue uno de los tres ganadores del Premio Ratzinger 2017, junto con los teólogos alemanes Theodor Dieter y Karl-Heinz Menke. Por primera vez, el "Nobel de Teología" ha vuelto a ser un músico, Durante una travesía del desierto de ocho años, estudió el canto gregoriano y dejó el luteranismo por la Iglesia Ortodoxa.
La música de Arvo Pärt es completamente espiritual, como lo fue la de Bach en su época, se trate de piezas sagradas o de profanas bien conocidas. Se ha dicho con razón que este escrito evocaba el silencio de la Virgen María al pie de la Cruz, y esto es evidente en el Stabat Mater. Pero, también es el silencio de la Virgen que acoge el Verbo hecho carne.
Hay en la música de Pärt una presencia misteriosa que llega a depositarse en el alma del oyente, un encuentro entre lo infinitamente grande y nuestra humanidad marcada por la finitud. Esta presencia invita, sobre el modelo de María en la Anunciación, a la disponibilidad sin la cual el encuentro con Dios no puede hacerse.
En este sentido, la música de Pärt predispone a la interioridad. Y sabemos bien, desde San Agustín, que es al interior de nuestro corazón, en el espacio del silencio donde crecemos y que allí podemos encontrarnos con Dios que nos espera.