El Rosario es una oración viva, es como si uno se sentara a la mesa con María para hablar de su Hijo. Cuanto más uno desarrolla la costumbre de rezarlo, más deviene necesaria, más uno se la apropia y más ella dulcifica el alma.
Es un regalo sublime que la Virgen nos ha ofrecido para acercarnos a Cristo. Ella sabe cuán difícil es contemplar las cosas del Cielo a partir de nuestra limitada humanidad. La Virgen sabe también cómo es indispensable guardar la presencia divina en nuestras vidas.
El Rosario es la mano de María que nos guía y nos muestra cómo gravar a Cristo en nuestros corazones. Por medio de esta oración descubrimos también la meditación, ya que contemplamos la vida de Cristo, y sobre todo, vivimos todos los instantes en nuestro fuero interno.
Rezando el rosario con toda la devoción de nuestro corazón acogemos con fervor cada misterio de la vida de Cristo como si María nos lo confiara entre las manos.