A propósito de la consagración a María, en su Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, San Luis María Griñón de Monfort, en el acápite 115, nos recomienda: “comenzar, continuar y concluir nuestras acciones por Ella, en Ella, con Ella y para Ella, a fin de hacerlas por Jesucristo, en Jesucristo, con Jesucristo y para Jesucristo, nuestra meta definitiva.” Y un poco más adelante, en el número 120 precisa:
«Siendo María la creatura más conforme a Jesucristo, se tiene como resultado que, entre todas las devociones la que consagra y mejor conforma un alma a Nuestro Señor es la devoción a su Santísima Madre. Y cuanto más un alma esté consagrada a María, tanto más estará consagrada a Jesucristo. La perfecta consagración a Jesucristo es, por lo mismo, una perfecta y total consagración de sí mismo a la Santísima Virgen. Esta es la devoción que yo enseño. »
La finalidad de la consagración a Nuestra Señora es de ir hacia su Hijo. Esta es la enseñanza de Nuestra Señora en Fátima. El 13 de junio de 1917, le dijo a la pequeña Lucía: “Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios”.
Carta de unión n° 47 (16 marzo 2017)