María es un signo luminoso y un ejemplo atractivo de vida moral [...] por eso ella merece el título de “Trono de la Sabiduría.”
María comparte nuestra condición humana, pero dentro de la transparencia total de la gracia de Dios. No habiendo conocido el pecado, ella está en medida de compartir toda debilidad. Ella comprende al pecador y lo ama con amor maternal.
He aquí por qué ella está de lado de la verdad y comparte el fardo de la Iglesia en su llamado a todos y en todos los tiempos sobre las exigencias morales. Por la misma razón, ella no acepta que el pecador sea engañado por cualquiera que pretenda amarlo, justificando su pecado, ya que ella sabe que así el sacrificio de Cristo, su Hijo, se volvería inútil.
Ninguna absolución pronunciada por doctrinas filosóficas o teológicas complacientes, puede hacer al hombre verdaderamente feliz: sólo la Cruz y la gloria de Cristo resucitado pueden pacificar su consciencia y su vida.
Françoise Breynaert (Teóloga)