Hemos comprendido que María es nuestra madre. Ella es la madre del género humano, la nueva Eva. Pero ella es también su hija. El mundo antiguo, el mundo doloroso, el mundo anterior a la gracia la arrulló mucho tiempo en su corazón desolado, durante siglos y siglos, en la oscura espera, incomprensible de una "virgo genitrix"...
Durante siglos, ese mismo mundo protegió de sus viejas manos cargadas de crímenes, de sus pesadas manos, a la pequeña niña maravillosa, cuyo nombre ni conocía. Una niña, ¡la reina de los ángeles! Ella lo sigue siendo, ¡no lo olvides! Nuestra pobre especie no vale nada, pero la infancia conmueve sus entrañas, la ignorancia de los pequeños le hace bajar los ojos (…) La Virgen era la inocencia. (…)
Si, hijito, para rezarle bien, debes sentir su mirada, que no es precisamente la de la indulgencia, - pues la indulgencia no va acompañada de una amarga experiencia – sino de una tierna compasión; de la sorpresa dolorosa, de un sentimiento desconocido, inconcebible, inexplicable, que la ha hecho más joven que el pecado, más joven que la raza de la cual proviene, y aunque Madre por la gracia, también Madre de las gracias, la menor del género humano.
Georges Bernanos: Journal d'un curé de campagne (Diario de un cura de campaña) (Plon 1936), Ediciones « Le livre de poche », Paris, 1966
Marie de Nazareth