Al comer el fruto prohibido, Eva infringió la imagen y la semejanza a Dios. En el fruto bendito de su vientre, María, y con ella todos los cristianos encontró lo que Eva buscaba: la unión a Dios a través de Cristo y la semejanza con El. Eva buscaba el placer y la alegría pero encontró el dolor y la desnudez. En el fruto del seno de la Virgen encontramos gracia y salvación: el que coma de este fruto tendrá vida eterna.
Eva buscaba la belleza que pasa y tomó un fruto de muerte. María dio a la humanidad el fruto más bello que los ángeles contemplaron: es el más bello entre los hijos de los hombres (Salmo 44,3) porque él es el esplendor de la gloria del Padre, Jesús, el Señor. (Hb 1,3)
Así que “busquemos en el fruto de la Bienaventurada Virgen lo que deseamos porque ése es el fruto bendito por Dios. La Virgen es bendita pero su fruto, Jesús lo es más aun” (Santo Tomas de Aquino, Comentario sobre el ‘Ave María’).
Monseñor Francesco Follo: El Vaticano, 30 diciembre 2016, Zenit.org