Nuestra Señora me salvó de la desesperación; el mayor peligro. Muchas personas como nosotros tienen siempre tanta fe y caridad como es necesario, pero puede que les falte la esperanza…
Durante dieciocho meses, no pude rezar mi “Padre Nuestro”… “¡Hágase tu voluntad!” No podía decir eso, porque no podía aceptar su voluntad. Era espantoso. No se trata de decir oraciones de los labios para afuera. Se trata de sentir verdaderamente lo que se dice.
Así que yo le rezaba a María. Las oraciones a María son oraciones de reserva: no hay una sola en toda la liturgia, ninguna, escuche bien, que el más desdichado pecador no pueda decir verdaderamente. En el mecanismo de la salvación el Ave María es el último recurso. Con ella no podemos estar perdidos.
Traducido del francés: Charles Péguy, Escritor francés
Fragmento de una carta enviada a su amigo Lotte, después del fallecimiento del hijo pequeño de Péguy