En la primavera de 1916, en Fátima (Portugal), el ángel llamó a un acercamiento íntimo con la Santa Trinidad: « Santísima Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente. »
La Hermana Lucía, una de las tres videntes de la Virgen de Fátima comenta:
«Cuando cortamos una fruta, una naranja, por ejemplo, primero le quitamos la cáscara que enseguida tiramos; luego, le sacamos las pepitas que pueden ser sembradas, y finalmente, nos guardamos la pulpa que nos alimenta. De manera que en una sola unidad, en este caso, en una naranja, encontramos tres cosas distintas cada una con una finalidad distinta. [...] Entonces, ¿por qué nos sorprende que en un solo Dios haya tres personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo?
Las Sagradas Escrituras evocan el misterio de la Santísima Trinidad, cuando san Lucas relata el misterio de la Encarnación. [...] Respondiendo a una dificultad de Maria, el ángel le dice: « El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será Santo y será llamado Hijo de Dios.» (Luc 1, 35)