Cuando era obispo, el Papa Francisco, se había unido a un grupo que rezaba el Rosario con San Juan Pablo II:
“Rezaba en medio de los fieles. Todos pertenecíamos a Dios. Nuestro representante nos guiaba. Yo sentía que ese hombre escogido para ser la cabeza de la Iglesia seguía un camino que le estaba destinado desde la infancia. Entonces comprendí la importancia de María en la vida del Papa. La Santa Madre estaba presente a su lado en cada instante y él no dejaba de amarla. A partir de ese día, comencé a rezar diariamente los quince misterios del Rosario”.
El Rosario nos reúne a todos en torno a Jesús y María, y nos une, también, a todos los creyentes del mundo, como si fuésemos un solo gran ejército guiado por el Papa.
Fuenta: Aleteia