Herederos de la teología de San Atanasio y de San Cirilo de Alejandría, los coptos, en Etiopía, siempre han sostenido la maternidad divina de María, como lo atestiguan sus oficios marianos, sus homilías y la recolección de los milagros.
Evocando a María como Theotokos (Madre de Dios), los Coptos ven en Ella su destino de Madre Universal. Ella fue Madre en sentido completo: Madre de Cristo-hombre, Madre de Cristo-Dios, Madre de Cristo-Místico – de la Iglesia y de cada fiel.
La virginidad perpetua de María es el estuche de oro de toda su literatura religiosa. Los atributos más frecuentemente utilizados son: “puerta sellada”, “zarza ardiente”, “tierra fértil”, etc. Para los coptos el privilegio de la virginidad es también una gloria para María: en la tierra es semejante a los ángeles y en el Cielo merece una gloria superior a la de ellos.
María es “en grado superlativo”: grande por su perfección personal y por la función que tiene al seguir a Jesús. Su santidad es un don de la Santísima Trinidad, pero también merecida por una vida de sacrificio. María dio su “Si” de forma voluntaria y generosa a lo largo de su vida.