“Al encomendarte a ti, o Madre, a todos los hombres, a todos los pueblos, te confiamos también la consagración del mundo, y la entregamos a tu Corazón maternal. ¡Corazón Inmaculado! Ayúdanos a vencer las amenazas del maligno, que tan fácilmente se arraigan en los corazones de la gente de hoy, y cuyos efectos inconmensurables ya pesan sobre nuestro mundo moderno y parecen bloquear nuestro camino hacia el futuro!
De la escasez y de la guerra, libéranos. De la guerra nuclear, de la incalculable auto- destrucción, de todo tipo de guerra, libéranos. De los pecados en contra de la vida del hombre desde su inicio, libéranos. Del odio y de la reducción de la dignidad de los hijos de Dios, libéranos. De toda clase de injusticia, en la vida de la sociedad, nacional e internacional, libéranos.
De la disposición a incumplir los mandamientos de Dios, libéranos. De los intentos de sofocar en los corazones humanos, la verdad de Dios, libéranos. De la perdida del sentido del bien y el mal, libéranos. De los pecados contra el Espíritu Santo, libéranos, libéranos. (1)
¡Que en tu Inmaculado Corazón se manifieste para todos la luz de la Esperanza!”
(1)Sor Lucía, vidente de Fátima, confirmo personalmente que este acto solemne y universal de consagración correspondía a lo que quería Nuestra Señora de Fátima. “Si, se hizo como Nuestra Señora lo había solicitado, el 25 de marzo de 1984” (Lucía, Carta del 8 de noviembre de 1989)
Papa Juan Pablo II: Consagración de Rusia y el mundo al Corazón Inmaculado, el 25 de marzo de 1984