Dejemos que la dulzura del rosario llene la jornada completa de nuestra vida. Ese rosario, que a través del corazón de María, deposita nuestra historia en la vida de Cristo, y su vida en la vida nuestra de todos los días.
El rosario es la oración de los relegados, de los pobres, de los humildes; por eso es la oración de María. Ella tiene un corazón tan grande como la humanidad, precisamente porque es pequeña y humilde. Cuando rezamos a la Virgen, nos volvemos hacia ese corazón maternal y humano que late por el mundo entero.
Cuando repetimos con fe las palabras de Isabel, diciendo: "Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, Jesús, " revisitamos a la Virgen encinta. Recibimos de sus brazos ese fruto bendito que nos da hoy para liberarnos de nuestros miedos y todo lo que no nos gusta de nosotros; ese fruto que nos nutre y nos salva.
Sor Elvira, la Hermana de los drogadictos. Tomado de su libro: L’étreinte, Histoire de la Communauté du Cenacolo, (El abrazo, Historia de la Comunidad del Cenáculo), Editions des Béatitudes