La señora Kronsteiner (Austria) cuenta lo siguiente a sus hijos: "Mi padre era un liberal, frecuentaba la iglesia en la que era tenor, sin embargo, durante el sermón, leía el periódico.”
No quería saber nada de la confesión ni de la comunión. En los días del tiempo pascual, me atreví a hablarle; pero reaccionó con palabras duras, casi con una blasfemia... No le hice más observaciones y decidí orar con perseverancia a la Virgen María por su conversión, durante treinta años....
En 1917 mi padre enfermó gravemente. Una tarde, le supliqué que recibiera los últimos sacramentos. Él respondió: "Si es tan grave, estoy de acuerdo, pero no hoy, sino mañana por la mañana... Y no quiero ver al cura, sino al vicario." Luego se me ocurrió esta idea: "Padre, el vicario probablemente esté todavía en el restaurante cercano. ¿Me permites llamarlo? "Si quieres", me respondió
El vicario estaba allí; se sobresaltó, "Si tu padre me llama, es algo muy serio!" ... Le administró el sacramento de los enfermos, cerca de las 23 horas... A las 4 de la mañana, el moribundo expiró. Al día siguiente, hubiera sido demasiado tarde
Maria Siegt
Mayo 1982 por P.H. Schmidt SM