San Jerónimo decía que "las verdades contenidas en el Ave María son tan sublimes, tan maravillosas, que ningún hombre, ningún ángel podría entenderlas completamente."
Y santo Tomás de Aquino, el príncipe de los teólogos - "el más sabio de los santos y el más santo de los sabios", León XIII, predicó en torno a esta oración mariana durante cuarenta días en Roma, llenando los corazones de éxtasis.
El padre Suárez, un erudito jesuita, declara que a la hora de su muerte, gustoso cambiaría todos los libros que había escrito, todas las obras que había hecho, a cambio de los méritos de una sola Ave María rezada con devoción.
Un día, santa Matilde, que amaba mucho a la Virgen María, estaba tratando de componer una hermosa oración en su honor. Nuestra Señora se le apareció llevando sobre el pecho la salutación angélica escrita en letras de oro: "Ave María, gratia plena". Y ella dijo: "Mi hija, ninguna oración que pudieras componer me daría tanta alegría como el Ave María."