« Dios inefable, cuyos caminos son de misericordia y verdad, cuya voluntad es omnipotencia y cuya sabiduría llega de un extremo a otro con tal fortaleza soberana, dispone con maravillosa mansedumbre todas las cosas, y habiendo previsto desde la eternidad la ruina deplorable en la que la transgresión de Adán arrastraría a todo el género humano, en la profundidad secreta de un designio misterioso escondido a través de los siglos, había resuelto realizar en un misterio aun más profundo, por medio de la encarnación del Verbo, la obra primigenia de su bondad, a fin de que el hombre que había sido inducido en pecado por la maldad y el ardid del demonio, no pereciera, pues era contrario al designio misericordioso de su Creador, y que la caída de nuestra naturaleza con el primer Adán, fuera reparada con ventaja en el segundo Adán, su Hijo, Jesucristo.
Para ello, desde el principio y antes de todos los tiempos, elige una Madre para su Unigénito, que siendo encarnado, nacerá en la dichosa plenitud de los tiempos. Él la escoge y le asigna un lugar en la dimensión de sus designios; la ama por encima de todas las criaturas, con tal amor y predilección, y pone en ella de forma particular, sus mayores complacencias. »
Papa Pio IX
Epístola Apostólica Ineffabilis Deus #1 - 8 diciembre 1854