“En la epístola a los Efesios, San Pablo nos recuerda cómo Dios nos ha escogido en Cristo antes de la creación del mundo. Si aplicamos nuestra inteligencia a la Inmaculada Concepción de la Virgen, no puede ser sino en la perspectiva de una acción eterna de Dios, fuera del tiempo, antes del tiempo, antes de la historia.
María fue preservada del pecado original desde el origen, Dios quería preservar en la historia de los hombres la posibilidad de llevar a cabo su plan de Salvación (…) No es el mal que hacemos que suscita el bien que hace Dios, es el bien que Dios hace que suscita en nuestros corazones el arrepentimiento por el mal que hacemos.
La Virgen María intercede por los pecadores porque está inscrita en esa voluntad eterna de Dios de llevar la Salvación al mundo (…) Es pues, una gran esperanza para nosotros reconocer en la persona de la Virgen María el signo precursor del perdón que solicitamos, de la misericordia que Dios nos manifiesta y de la fuerza de Dios a acción en nuestra vida. “Nada es imposible para Dios” (Lucas 1,37) dice el Ángel a María, ni siquiera el manifestar su misericordia a los pecadores”.
Cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París.