Un ladrón, de gran astucia y reputación, veneraba a la Madre de Dios con tal confianza que todas las veces que se preparaba a una expedición primero se ponía bajo su guarda y luego partía deliberadamente.
Valga decir que le ocurría encontrar, después de un atraco fructuoso, a un pobre hombre o a una mujer desdichada, por el amor a Nuestra Señora se apresuraba a ayudarles desprendiéndose de una parte de los bienes que acaba de expropiar.
Finalmente, un día fue sorprendido en el acto y condenado a la horca. Puede suponerse que a esa hora suprema no dejaría de invocar a Quien tanto amaba. Y Nuestra Señora que no abandona nunca a sus hijos, lo escuchó. Con sus manos delicadas lo tomó de los pies a aquel miserable y lo sostenía de tal manera que él no sentía ningún dolor ni pena.
Al tercer día, quienes lo habían colgado llegaron a ver cómo estaba y no podían creerlo, desde el extremo de la cuerda, el ladrón en plena vida les habló así: « La Señora Santa María me suspendía por los pies mientras ella me ponía la mano en la garganta. » Entonces, lo descolgaron rápidamente, el mismo día se convirtió en monje y se consagro a Nuestra Señora.
Gautier de Coincy: Les plus beaux miracles de la Vierge, F. Lanore, Editeur, Paris