Para comprender mejor el valor de su "sí", es bueno saber a lo que María dijo que no:
Ella dijo que no a la tentación de oponerse a la decisión de Dios. Ella vio la cruz que a Jesús le esperaba y pudo pedirle a Dios que cambiara el curso de los acontecimientos, pero al contrario, los aceptó. Ella dijo que no a la repulsión que podía sentir convertirse en nuestra madre. Desde la cruz Jesús le confió sus fieles discípulos, es decir, todos nosotros.
Ella dijo que no - y siempre lo dice- ante cualquier fallo del amor o de oración de nuestra parte. Mariía no ha alimentado ningún resentimiento hacia los discípulos que abandonaron a Jesús en la cruz. Después de la Ascensión, dedicó su tiempo para orar por nosotros. Ella vive en el paraíso, atenta a lo que sucede en la Tierra, permaneciendo siempre la mejor de las madres.
Pidamos a nuestra Santa Madre que nos dé la fuerza para decir que no, y "nunca": para jamás olvidarla, de nunca dejar de amarla, y de nunca dejar de volvernos hacia Ella en nuestras necesidades.
Extraits d’un article adapté d’un texte d’Alejandra María Sosa Elízaga, pour l’archidiocèse de Mexico (SIAMO) et repris sur l’édition espagnole d’Aleteia