A partir de numerosas profecías, un caso único en toda la historia de la humanidad, la venida de un Mesías Salvador era esperada en Israel.
Siendo una niña, la Virgen María esperaba en medio de su pueblo, Israel, la venida del Mesías, que no había sido anunciada por un solo profeta, sino por una larga lista de hombres, prediciendo y completando, uno tras otro, sus predicciones durante varios siglos.
Ella esperaba en medio de un pueblo pequeño, sacudido por la historia que sobrevivió a todos los enfrentamientos con los Imperios vecinos y que finalmente será en el futuro el único pueblo que resistirá a la disolución del mundo antiguo, conservando intacta su identidad y guardando para siempre la certeza inquebrantable de ser instrumento de un destino imperecedero, de dimensión universal.
Las numerosas profecías que anuncian la venida del Mesías definen de manera sorprendente el perfil del Esperado, su nacimiento, su vida, su muerte, su misión y su destino, tal como fuera imaginado por los contemporáneos de Cristo y reconocido por los cristianos que siguieron a Jesús.
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