El 14 noviembre de 1921, en México, Luciano Pérez, empleado de la Secretaría de la Presidencia mejicana, deposita a los pies de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe una guirnalda de flores cargada de dinamita. Cabe recordar que esa imagen de la Virgen María impregnada milagrosamente sobre la tilma de Juan Diego el vidente de la Madre de Dios, estaba expuesta en un cuadro de plata al lado del crucifijo.
El impacto de la explosión destruyó las escaleras de mármol del altar central. Un pesado crucifijo en letón fue proyectado con tal fuerza que se dobló. Los vitrales saltaron y también las ventanas de las casas de los alrededores.
Sin embargo, la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe salió totalmente indemne de la explosión, cuyo epicentro estaba en sus pies: ni el Marco ni el vidrio de protección fueron dañados
En 365 meditaciones sobre la Virgen María, 14 noviembre, Ediciones Presses de la Renaissance