En un pueblo de Francia vivía una joven madre de dos niños, de seis y ocho años. El mayor fue atacado por una violenta enfermedad que sólo pudo explicarse como convulsión. El niño murió a los pocos días.
El más pequeño sufrió la misma enfermedad y parecía que también iba a morir: la pobre madre estaba sumida en la mayor desolación, cuando una persona le ofreció la medalla milagrosa, la cual recibió apresurada; era en la tarde, ella se la puso al pequeño moribundo que se durmió rápidamente sin despertarse toda la noche, en la mañana estaba perfectamente curado.
La buena mujer salió enseguida a buscar otras medallas para ella y para otras personas. Yo quisiera que la hubierais oído expresarse con toda la sencillez y la alegría de su alma, y cómo lloraba. Nunca podré olvidarlo.
Abbé Stéphane Guédon - Gracias extraordinariad obtenidas de la Medalla milagrosa
en Le Messager de l'Immaculée (el mensajero de la Inmaculada) mayo 2008