La hermosa misión de María es llevar hacia Jesús a todos los que se dirigen a Ella. Hagámonos pequeños en los brazos de nuestra querida madre. Coloquémonos muy cerca de Ella, Ella nos dirá que la esencia de nuestro deber de cristianos es de parecernos a Jesús, y que hay en todo momento, solo una manera de ser como él: renunciar a sí mismo, tomar su cruz y seguirlo.
Pero Ella también nos dice lo que sabe por experiencia: con Jesús, renunciar a sí mismo, tomar su cruz y seguirlo no es ponerse cadenas en los pies, sino alas en el corazón, alegría, dicha, el cielo en la vida... Es subir, acercarse a Dios, paso a paso. Ella nos dirá también que la Cruz se nos volverá día a día más ligera, más amada, y que al cargarla nos santificamos. (...)
Cuando sufrimos, cuando lloramos, cuando estamos tristes y solos no es difícil hacernos pequeños, necesitamos tanto sentir una madre al lado. ¿Y quién no sufre? ¿Quién no necesita ser consolado y perdonado, ser amado, y sanar? (...)