Santa María, Virgen de la espera, danos un alma vigilante.
En el umbral del tercer milenio, nos sentimos desgraciadamente hijos más bien del crepúsculo que profetas de Adviento.
Centinela de la mañana, despierta en nuestros corazones la pasión de noticias frescas a llevar a un mundo que ya se siente viejo. Tráenos el arpa y la cítara, para que contigo, temprano, podamos despertar el alba.
Frente a los cambios que sacuden a la historia, danos a sentir el estremecimiento del comienzo. Haznos comprender que no es suficiente para dar acogida: hay que esperar.
Acoger es a veces un signo de resignación.
La espera es siempre un signo de esperanza.
Danos por eso ministros de la espera.
Cuando el Señor venga, Virgen del Adviento, que Él nos sorprenda, gracias a tu complicidad maternal, con la lámpara en la mano.
Mgr Tonino Bello (1935-1993), évêque de Molfetta, dans les Pouilles, Italie
sitecoles.formiris.org