La montaña de Efraín puede designar a la bienaventurada María, siempre Virgen, Madre de Dios; pues ella fue una montaña, ella quien por la dignidad de su elección supera toda criatura elegida, por grande que sea. ¿María no fue una alta montaña, no fue ella quien se alzó a la cumbre de los méritos por encima del coro de todos los Ángeles, hasta el trono de la divinidad, llegando así a concebir el Verbo eterno? Profetizando su eminente dignidad Isaías dice: « En el futuro, la montaña que llevará la casa del Señor será colocada en la cima de las montañas.» Y es así, ella fue una montaña, colocada en la cima de las montañas, pues la grandeza de María resplandece por encima de todos los santos.