Helena, la madre de Constantino, había nacido pobre, pero por sus muchas cualidades se hace notar de un general romano quien la toma como esposa antes de llegar a ser el Emperador Flavio Constantino. Cristiana convencida, es ella quien permitirá a su hijo conocer a Jesús y amarlo. Cuando en 306 su hijo es proclamado Emperador por su ejército, Helena se convierte en un personaje importante, pero sigue siendo modesta y no piensa más que en hacer el bien a los pobres, a los prisioneros, a los oprimidos. Una de las mayores alegrías de esta madre es de ver a su hijo declarar por medio del edicto de Milano en el 313, que la religión cristiana será la religión oficial del Imperio. Helena le pide a su hijo que construya varias iglesias y una Basílica en el lugar donde murió San Pedro. En el año 324, ella parte a Tierra Santa a explorar los lugares donde el Salvador dio su vida por nosotros y ella descubre la Cruz de Jesús, que multiplica los milagros, y las reliquias de la Pasión, tal como lo cuentan San Ambrosio de Milano y Rufino de Aquilea. Ella hará construir Basílicas en el Gólgota, en el Monte de los Olivos, en Belén, y una iglesia en Nazaret, donde estaba la Santa Casa de Jesús, María y José, cuyos muros se encuentran hoy día en Loreto.