Hoy Adán ofrece María a Dios en nuestro nombre, como las primicias de nuestra naturaleza; y estas primicias, que no han sido puestas con el resto de la masa, son transformadas en pan para la reparación del género humano. Hoy se pone de manifiesto la riqueza de la virginidad, y la Iglesia, como para las bodas, se embellece con la perla inviolada de la verdadera pureza. Hoy la humanidad, en todo el resplandor de su nobleza inmaculada, recibe el don de su primera formación por las manos divinas y reencuentra su antigua belleza. Las vergüenzas del pecado habían oscurecido el esplendor y los encantos de la naturaleza humana; pero nace la Madre del Hermoso por excelencia, y esta naturaleza recobra en Ella sus antiguos privilegios y es modelada siguiendo un modelo perfecto y verdaderamente digno de Dios. Y esta formación es una perfecta restauración; y esta restauración una divinización; y ésta, una asimilación al estado primitivo (...). Hoy ha aparecido el brillo de la púrpura divina, y la miserable naturaleza humana se ha revestido de la dignidad real. Hoy, según la profecía, ha florecido el cetro de David, la rama siempre verde de Aarón, que para nosotros ha producido Cristo, rama de la fuerza. Hoy, de Judá y de David ha salido una joven virgen, llevando la marca del reino y del sacerdocio de Aquél que, según el orden de Melquisedec recibió el sacerdocio de Aarón. Hoy la gracia, purificando el efod místico del divino sacerdocio, ha tejido-a manera de símbolo-el vestido de la simiente levítica, y Dios ha teñido con púrpura real la sangre de David. Hoy comienza la reforma de nuestra naturaleza, y el mundo envejecido, sometido ahora a una transformación totalmente divina, recibe las primicias de la segunda creación.