En 1946, Portugal celebraba el tercer centenario de su consagración a N.S. de la Concepción y a N.S. de Fátima coronada el 13 de mayo por el cardenal Aloisi-Masella ante 800.000 fieles para la clausura del Congreso mariano de Evora, donde fue pronunciado el voto 300 años antes, luego una procesión solemne de más de 400 kilómetros comienza en torno a la Virgen peregrina. Ese viaje triunfal que dura del 22 de noviembre al 24 de diciembre y que atrae gran multitud fue marcado el 29 de noviembre por 5 palomas que Teresita Campos suelta en Bombarral, las cuales después de elevarse en el cielo volvieron una por una a posarse a los pies de la estatua de la Virgen, prosternándose ante ella de una manera sorprendente. A partir de ese día, muchas palomas más fueron soltadas y muchas volvieron a ponerse a los pies de la estatua de la Virgen y se quedaron ahí durante varios días sin buscar nada qué comer, sin tocar ni las flores ni la estatua, ni sentirse perturbadas por la presencia de la multitud, observando a los predicadores, al Santo Sacramento o el Crucifijo cuando fue puesto en el altar, siguiendo a la estatua, llevada en coche o en avión por los 5 continentes, o esperándola en el lugar donde antes estaba. El episodio de las palomas sorprendió al pueblo portugués: el cardenal de Lisboa expresó su estupefacción en un mensaje de radio en la Navidad de 1946 y los periódicos del país hicieron eco de su emoción. El Abad Miguel de Oliveira en la edición del 7 de diciembre del diario Novedades, casi enteramente consagrado a las palomas de Nuestra Señora, escribió: «Al cabo de algunos siglos, no faltarán quienes sonreirán ante nuestra inocencia, se preguntarán cómo fue posible que a mediados del siglo XX alguien pudiese creer en una leyenda medieval. Pero, queridos hermanos de los siglos futuros, esta no es una leyenda. Es una realidad que nuestros ojos contemplaron; es la historia auténtica de cientos y cientos de miles de personas.»