Pero algo todavía mayor se produjo en María, no pasando como ellos del estado de imperfección al de santidad; sino pasando de un grado sublime de perfección a otro sin comparación, todavía más sublime. Nosotros creeríamos sin dificultad que no hay nada de exagerado en ello si reflexionamos que la santidad de Dios es infinita por sí misma, y que en relación a María el no usó otra medida que la que puede ser la capacidad esencialmente finita de una criatura pura. Y como esta capacidad puede siempre llegar a ser más grande, sin salir de los límites de lo finito: no nos hagamos dificultad para creer que ella ha sido en María de una amplitud que sobrepasa la inteligencia de los hombres y de los ángeles.