El Espíritu Santo el día de Pentecostés envía a los discípulos los rayos de su fuego sagrado; pero los reúne a todos en torno a María; Él se reposa especialmente en ella; la posee, la abraza con su calor. De nuevo la desposa, y se entrega a ella totalmente, más íntimamente como nunca antes lo había hecho. No queremos rebajar el poder divino; pero podemos decir con certeza que el Espíritu Santo no comunicó, ni comunicará jamás con ninguna otra criatura con tanta profusión como con María. Ese día se produjo un cambio prodigioso en los apóstoles, que de hombres carnales y ordinarios pasaron a ser hombres completamente espirituales y divinos...