Una mística inglesa, Juliana de Norwich dijo estas palabras que yo aprecio mucho: «Ved con qué cortesía Dios trata a su criatura» La Virgen María hubiese podido decir no, otra cosa hubiera ocurrido. Pero Dios sabía desde la eternidad que ella diría sí, un sí totalmente libre. Con nosotros Dios usa esa misma cortesía, él no insiste, no fuerza nada. Nos propone tal o cual cosa. Bien podemos decirle no. Si no es una falta, no caemos en pecado mortal, permanecemos en estado de gracia; pero nos habremos privado de una aventura que pudo ser maravillosa. Es lo que nos sucede constantemente. Ese será uno de los dolores del Purgatorio, si Dios nos lo permite, por haber pasado al lado de tantas invitaciones de la gracia divina, mansas como la brisa que Elías oía pasar por la montaña cuando Dios iba a llegar.